martes, 22 de noviembre de 2016


CRÓNICAS DE EINARUS.

PRÓLOGO

ALFA

Einarus, Brassell, 27 de Octubre del año 404 de la Sexta Era: - Hay una vela encendida sobre la mesa. La mano izquierda empuña firmemente una pluma entintada, apoyada sobre el papel, rubricando estas líneas. El brazo derecho, cercenado a la altura del codo, no tuvo la suerte necesaria como para llegar a este momento, el ocaso de mi vida. Este conocimiento probablemente se perdería si no hubiera tenido la ocasión de aprender a utilizar las dos manos por igual. En este momento, lo que aún me queda, asiste en silencio. Aunque, pensándolo bien, el que ha disfrutado de la paz restante ha sido el producto de mi cuerpo y de mi mente.
Pero empezaré por el principio si mi memoria me lo permite. Mi nombre es Darpaz. Nací en Shaffre, un pueblo perdido de la mano de dios, un dios que me abandonó, como mi padre y mi madre. Cuando tenía ocho años, fui entregado a Graciela, una mujer que me usó, cuando tuve edad suficiente, para trabajar la tierra y alimentar su ganado. Nunca se aseaba y solo sabía hablar de desgracias y tristeza, aunque nunca se expresaba abiertamente, solamente me gritaba y divagaba lacónicamente cuando volvía del mercado. - Estamos solo, moriremos solos, ellos ya no existen, estamos perdiendo nuestro hogar, todo está perdido -. Lo repetía continuamente pero no sabía a qué se refería. En su favor debo decir que, gracias a su adopción, conocí a un hombre que me dio un nombre, una formación y una ocupación.

Fue también por aquel entonces cuando oí hablar de los Guerreros Arcanos, un clan de guerreros antiguos que al parecer se consideraban extintos. La gente decía que estos guerreros dominaban el arte del combate cuerpo a cuerpo, así como el poder de la magia arcana, que utilizaban como apoyo durante la guerra, todos las noches soñaba con ellos.
Una vez le pregunte - ¿Madre, que es eso tan importante que te entristece?, a lo que contestó - De lo único que tienes que preocuparte es de que los cerdos no pasen frío, porque si mueren, tú serás el siguiente - tras lo que se ponía a llorar hasta que le prometía no preguntar más. Era muy inestable.
Su marido, Raldon, al que llamaba padre, nunca pude poner rostro y  jamás llegué a conocer, se dedicaba a la caza de animales exóticos. Graciela siempre nos contaba que nunca había regresado de una expedición de caza al feudo de los Haelen, muy lejos al sureste. Ella se pasaba el día añorándolo y divagando sobre su regreso a partes iguales. Es lo más parecido a una madre que he conocido. De hecho, llegue a sentir lástima por ella cuando, un buen día, regresando a casa en una carreta de vender la cosecha en el mercado de Trevinton, la emboscaron unos salteadores de caminos, resultando herida de gravedad. Dos puñaladas en el costado. Murió al día siguiente negándose a gastar ni una moneda en un médico y llamando a Raldon con angustia.
Heredé su granja y todo lo que poseía, que no era mucho, pero tenía independencia, dieciséis años y toda la vida por delante.
Lo cierto es que en aquel entonces no sabía nada de lo que ocurría a cinco jornadas más allá de la granja, pero cuando lo supe, comprendí los temores de Graciela. Las enseñanzas de mi tutor me fueron sumamente útiles.
Esto... ¿Por dónde iba?, Dioses, aquello ocurrió hace mucho tiempo y necesito aclarar las ideas, ya no soy tan joven y mi memoria falla cuando menos lo necesito. No quiero mezclar ni adelantar datos, puesto que aquel que esté leyendo estas líneas no sería capaz de comprender la magnitud de los hechos acontecidos.
Pero haber, si, creo que iba... Mmm, ahora recuerdo, lo que iba diciendo es que con este texto pretendo comenzar a relatar la historia de Einarus acontecida en los últimos ochenta años. La invasión, la desesperación, el repliegue, las batallas, los dioses, las pérdidas y los héroes.
Todo ocurrió en muy poco tiempo, nadie esperaba estar tan desprotegido. Aunque tampoco esperaban lo que iba a ocurrir. Estábamos muy mal informados y aún peor preparados.
La situación empeoraba día a día. En la granja la gente estaba nerviosa. Hablaban de grandes pérdidas en desesperadas batallas al este, nadie sabía especificar contra quien ni porque. Oíamos hablar de seres extraños, con aspecto de lagarto, que atacaban ciudades y masacraban a la población. Nadie sabía de dónde venían ni que buscaban.
En ese momento, todo el mundo echaba de menos a los guerreros arcanos, aunque nadie hubiese visto a ninguno. Yo solo sabía de ellos lo que me habían contado y me propuse aprender más en cuanto tuviese ocasión.
En definitiva, la situación era mala, pero como relataré durante la historia, mucho se consiguió, se perdió y se aprendió durante esa etapa.
Para resumir mi experiencia de aquella época, puedo decir que perdí el mundo que había conocido hasta el momento, el cual no era del todo bueno. Aprendí el valor de la vida, el combate y una existencia cómoda. Y lo que es más importante, conseguí el mejor amigo que pude tener y el recuerdo de las proezas que llevó a cabo.
Aunque no quiero seguir hablando de mi, no me queda mucho tiempo sobre Einarus. Lo único que me queda por hacer, si deseo descansar en paz, es relatar la historia y honrar la memoria de un guerrero, un fiel compañero, que nunca imaginó cual sería su final.