CRÓNICAS DE EINARUS
CAPÍTULO I
EL
LINAJE
Einarus, Shaffer, 14 de Mayo del
año 342 de la Sexta Era: -
El aire impregnaba de un suave olor a carne de membrillo los edificios
de Shaffer. La pequeña panadería familiar de la calle del dulce se encontraba
abierta, era un hecho. Contaba como uno de los pocos negocios de los que
disponían en el pueblo.
Aún hacía frío, estaba
amaneciendo, y los pocos habitantes de la pequeña población, situada a la
orilla del caudaloso río Thar y arropada por las faldas de las montañas grises,
empezaban a despertar. Un grito desgarró el aire. Un hombre que se desperezaba
en la puerta de su casa lo escuchó y acudió rápidamente para ver que estaba
ocurriendo. Cuando llegó hasta la procedencia del grito descubrió a una mujer,
acostada sobre un fardo de paja, con la falda manchada por un líquido que no
supo identificar mezclado con algo que parecía sangre. - ¡Pero por el amor de
Shandris!, ¡¿Que le ha ocurrido señora?!- a lo que ella contestó - ¡Ayúdeme,
por favor, he empezado a sentir dolor y creo que mi bebe sufre!
El hombre, insatisfecho con la
petición, con una mueca de repulsa y acuciado por la impresión, fue a buscar al
granjero Orgru, era el único en el pueblo con ciertos conocimientos médicos ya
que en más de una ocasión tenía que atender personalmente a los habitantes de
la zona y a su ganado. Una vez llegó, Orgru le comentó al individuo – Parece
que esta mujer está pariendo, no hay tiempo de informar al alcalde Stagg,
tenemos que ayudarla nosotros. No se preocupe Cirt, lo he hecho mil veces con mis
bueyes y... ¡espero que esto no sea muy diferente!
Entre ambos lograron apaciguar a
la mujer, trasladarla a un lecho de la casa de Cirt y, tras mucho sudar,
ayudarla a dar a luz a un niño, un niño que aparentemente se encontraba sano.
Como ambos comprobaron, y
posteriormente documentaron en el rústico tratado “Asistir un parto humano”, era
bastante más complicado que ayudar a parir a una res.
Una vez que observaron que la
mujer y el niño se encontraban bien, suspiraron tranquilos y los dejaron
descansar.
Cuando la mujer despertó,
encontró a ambos mirándola, preguntándole - ¿Está usted bien? Nos ha dado un
susto tremendo. Somos una población envejecida y no estamos acostumbrados a que
nazcan bebes -. La mujer se incorporó un poco en el lecho observando cansada a
ambos, preguntado - ¿Donde estoy? - Está usted en Shaffer, un pueblo del
noroeste de la comarca del trigo, tocando las montañas grises, ¿Como ha llegado
hasta aquí?, ¿De donde viene? -. La mujer estaba muy confundida, no recordaba
nada de lo que había ocurrido desde....- y recordó-. Observando recelosamente a
ambos masculló de forma repentina - Tengo que irme-. Tanto Cirt como Orgru se
miraron intrigados, observando como la mujer intentaba incorporarse
completamente del lecho. - No puede irse, aún se encuentra muy cansada ¡Acaba
de tener un hijo! -. Eso pareció frenar a la mujer solo un momento, porque
instantes después volvió a intentar levantarse. Entre los dos consiguieron
sujetar a la mujer para que descansase, diciéndole Orgru - ¡No puede irse!,
¡Así no! En cuanto se recupere le juro que la dejaré marchar pero aún es
pronto-. La mujer se relajó y aceptó quedarse solo hasta que se hubiese
repuesto. Se acomodó en la cama y se quedó rápidamente dormida. Ambos la
observaron durante un rato, se miraron y, gesticulando, decidieron marcharse
para dejar que se repusiera. Después de todo, para ellos también había sido una
mañana muy movida y necesitaban descansar.
Tras comer y beber algo en casa
de Orgru, regresaron hasta la casa de Cirt para comprobar el estado de la mujer,
preguntándose qué le habría ocurrido para acabar en esa situación, abandonada y
sola. Cuando llegaron a la puerta contemplaron horrorizados un rastro de sangre
que se dirigía desde la entrada de la casa al bosque, por lo que entraron a
trompicones en la casa.
Dentro del hogar, descubrieron que
la mujer había desaparecido, y en su lugar, sobre el lecho, había abandonado al
niño. Ambos se miraron nerviosos. No sabían que hacer. Reunieron a los vecinos
y montaron patrullas para buscar a la mujer. Jamás la encontraron.
La mujer huía lo más rápido que
podía encontrándose en ese estado. Le dolía todo. De la herida del parto manaba
mucha sangre, deslizándose a través de sus ropas. Su único pensamiento: Salvar
a su hijo.
Para poder alimentar al bebe,
mandaron un mensajero a Kendris en busca de ayuda, un pueblo más grande que
Shaffer, situado a una jornada de viaje. Decidieron comenzar a darle leche de
vaca, aunque el niño vomitaba cada vez que la tomaba. En el pueblo todos
estaban preocupados. Rezaban por que el mensajero encontrase auxilio o, al
menos, una solución.
La mujer seguía corriendo, cruzó el
bosque en busca de un camino, intentando avanzar rápidamente a través de la
tupida vegetación, su único objetivo era llegar muy lejos, al sur por ejemplo,
distanciarse mucho de su hijo. En ese momento, se encontraba muy cansada y
dolorida. El peso de su cuerpo pudo con ella y se desmayó en medio del bosque.
El mensajero regresó de Kendris con
una mujer lactante, la cual se había ofrecido a alimentar al bebé nada más
escuchar la historia.
La mujer despertó. No sabía
cuanto tiempo llevaba inconsciente pero sabía que debía seguir avanzando hacia
el sur. Se incorporó lentamente y corrió hasta cruzar el bosque para salir
cerca de un camino, pero se detuvo de golpe.
Levantó la cabeza lentamente
observando que, ante ella, se erguía un hombre que la observada desde el centro
del camino. Era muy atractivo, de piel morena, rubio, con el pelo largo y liso,
con los ojos de color verde intenso y vestido con ropajes de color marrón y púrpura.
Ella lo reconoció al instante, palideciendo mientras lo miraba. El le preguntó
- ¿Dónde está el niño?
En el pueblo, todos estaban muy
contentos por la llegada de la mujer lactante y acudieron a ver como el bebe se
alimentaba. Dejó de vomitar las comidas y comenzó a mejorar. Respiraron
aliviados al ver como alzaba una mano para intentar agarrar la nariz de Orgru.
La mujer cruzó a la carrera el
camino para intentar internarse nuevamente en el bosque y alejarse de él. De
repente el hombre apareció nuevamente y por arte de magia ante ella. - Creo que
te he hecho una pregunta, Zeliana, ¿Dónde está mi hijo? -. La mujer, agotada y
asustada le respondió - ¡Lejos de ti y los tuyos, Guilder! Murió por mi mano en
cuanto nació - El hombre la observó cómo se observa a un tipo que te ha
escupido. - ¿Crees que me voy a tragar que has matado a tu propio hijo? Tú no
eres capaz de hacer eso Zeliana, no es tu estilo. En cambio, yo soy mucho más
resolutivo. Si no me dices donde está, lo encontraré y será mucho peor para él.
Yo no quería que esto acabase así, pero sabes que no puedo dejar que viva… así.
Te quiero Zeliana, sabes que es verdad, pero por nuestro bien el niño tiene que
marcharse -.
En ese momento ella comenzó a
sentir que las piernas le fallaban, su vida desaparecía. Había perdido mucha
sangre y se sumió en el cansancio. Se desplomó en el suelo, ya casi no le
quedaban fuerzas. Con las restantes que le ofrecía su cuerpo, acarició su
vientre, miró fijamente a Guilder a los ojos, esos ojos de color verde intenso
que tanto amó, sonrió y le dijo - Te quiero.
Guilder observó el cadáver de
Zeliana. Sus ojos se encontraban abiertos, sin vida. Sonreía y mantenía las
manos sobre el vientre. Se agachó, la miró durante unos minutos que parecieron
horas, cerró sus ojos con dulzura y la besó. Se incorporó y dijo - Lo siento
Zeliana, siento que esto haya ocurrido así, yo te amaba, pero sabes que el niño
no puede pertenecer a este mundo. Sea como sea, ese niño debe volver conmigo al
monte Draconar o seré yo el próximo cadáver. Se que mi hijo está vivo porque siento
el calor de su sangre. Lo buscaré y lo llevaré adonde debe estar. Adiós amor
mío, fuiste un rayo de luz en mi vida, para ser mortal -.
Guilder volvió la espalda al
cadáver de Zeliana, que tras el beso se consumía lentamente hasta acabar
convertido en ceniza, esparcida gracias viento por el silencioso bosque. Comprobando
la ruta que ella había utilizado para llegar hasta el camino, el hombre de ojos
verdes comenzó a seguir el rastro de sangre que le llevaría hasta su hijo.
Mientras se internaba en el
bosque, Guilder recibió telepáticamente una orden que no dejaba lugar a dudas:
- Vuelve, ahora -. Ese tipo de orden solo la daba un ser y sabía que no podía
negarse. - ¿Se ha enterado? ¿Como puede ser? -, rezó para si mismo a la vez que
gritaba: -¡Por el amor de Drog!-. Sabía que no podría encontrar al pequeño
antes de acudir a la llamada. Se marchó con la esperanza de poder concluir
posteriormente la tarea que había comenzado ese día, aunque sabía que el rastro
se perdería y la búsqueda sería mucho más larga y ardua. - No importa, es una
de las ventajas de la inmortalidad- pensó antes de desaparecer súbitamente del
bosque.
El niño vivió, aunque nadie le
puso nombre. Pasaron los años y el granjero Orgru se ocupó del niño. Nunca más
se supo nada de su madre y un día cualquiera, Graciela, la prima de Orgru, se
presentó de forma inesperada. Comentó que se sentía muy sola en su granja ahora
que su marido Raldon se había marchado a cazar una especie nueva de lagartos a
Haelen. Orgru le ofreció llevarse al chico para ayudar en la siembra, a lo que
esta respondió- ¡Pero por favor Orgru!, ¡Como voy a hacer trabajar a un chico
tan pequeño!- A la semana siguiente, la caravana de Graciela partió con premura
al alba contándose entre sus miembros un chico de unos 8 años.
De camino a la granja, el chico
agachó la cabeza y calló. Se sentía avergonzado al encontrarse entre tantos
desconocidos. - ¿Tienes nombre, chico? Levantó la vista, viendo que quien le
había hablado era un guardia de la caravana. Lo había visto antes en casa de
Orgru y le había dado miedo. Era un hombre alto, de unos 50 años, corpulento y
de piel blanca. Su expresión, pensó en ese momento el chico, era de un hombre
duro y fuerte. En su rostro, que mostraba algunas arrugas, tenía una cicatriz
que le cruzaba desde la ceja hasta el pómulo. Un arreglado bigote acompañado de
una poblada perilla adornaba su rostro, dándole un aspecto aún más peligroso. Vestía
ropa ceñida y asegurada con un cinturón de cuero de color negro en el que
portaba una espada. Una capa gris oscuro cubría su espalda, aunque no tapada su
cabeza, totalmente afeitada, ni su rostro con ella. No había nadie en Shaffer
ni tan siquiera parecido. - Me llamo chico, buen señor, ya que en mi pueblo no
había nadie de mi edad, nunca me llamaron de otra forma. El hombre observó al
chico e intuyó que en el pequeño había más fuerza de la que ni siquiera él
sabía. - Todo el mundo tiene que tener un nombre, chico. Yo me llamo Yaladar,
fui un gran guerrero ¿Sabes? Luché en muchas batallas. Lástima que el gran
duque, en su infinita sabiduría, no apreciase más mis artes bélicas y me
licenciase hace 10 años. Pero ya tendremos tiempo de hablar de esto.
- Cómo te decía, tienes que tener un nombre.
Haremos una cosa, ya que has mirado mi espada al menos cuatro veces desde que
estamos hablando - el chico se sonrojó - Yo te enseño a utilizarla y tú
aceptarás ser mi protegido, te daré un nombre y te formaré lo mejor que pueda,
siempre que la señora Graciela acepte este trato - le dijo mientras le guiñaba
fugazmente un ojo. Graciela le escuchó hablar y dijo - No envenenes al chico
Yaladar, no puede dejar de lado sus obligaciones, ¡ay! Si mi pobre Raldon
estuviese aquí podría enseñar al chico a cultivar y a cazar y no toda esa sarta
de tonterías de la guerra. ¡No entretengas al chico con absurdeces! ¡Ellos ya
no existen! ¡Estamos solos! ¿Me has oído?- Alto y claro señora, el chico
realizará todas sus tareas, solo en su tiempo libre podré disponer de el - dijo
el guerrero mientras le guiñaba el ojo nuevamente al muchacho. Este ahogó una
risa y respondió - De acuerdo señora, se hará como usted desee, me gustaría
mucho entrenar con Yaladar aunque sea una hora al día - ¡¿Cómo que señora?!¡Desde
este momento soy tu madre y debo ser tratada como tal! - Así se hará, madre -
¡Así me gusta! - Graciela volvió a observar apesadumbrada el camino, eso sí, más
calmada, y el chico continuó hablando con el guerrero, diciéndole - Mi señor Yaladar,
acepto de buen gusto su proposición, pero me pregunto cuál es el nombre que
había pensado para mí.
Lentamente, el guerrero sacó una espada que portaba a lomos de su corcel. El chico observó que la hoja, plateada y muy brillante, mostraba un intrincado labrado, sobretodo en su base, eran grabados de dragones escupiendo fuego que portaban sendas coronas enjoyadas. La empuñadura era de cuero trenzado y el pomo, redondo y pulido, parecía una gema de color azul oscuro y se movía como si portase un remolino en su interior. En la guarda, también labrada, se podía leer una palabra “DARPAZ”. El muchacho estaba asombrado ante la belleza del arma. El veterano guerrero miró al chico y se dio cuenta de que este no sabía leer, ya que giraba la cabeza intentando descifrar los símbolos. De forma intrigante, Yaladar le preguntó - ¿Sabes quiénes son los Guerreros Arcanos? - este le respondió negando con la cabeza mostrándose confundido, por lo que le aseguró - Tranquilo chico, yo te lo enseñaré -.
Lentamente, el guerrero sacó una espada que portaba a lomos de su corcel. El chico observó que la hoja, plateada y muy brillante, mostraba un intrincado labrado, sobretodo en su base, eran grabados de dragones escupiendo fuego que portaban sendas coronas enjoyadas. La empuñadura era de cuero trenzado y el pomo, redondo y pulido, parecía una gema de color azul oscuro y se movía como si portase un remolino en su interior. En la guarda, también labrada, se podía leer una palabra “DARPAZ”. El muchacho estaba asombrado ante la belleza del arma. El veterano guerrero miró al chico y se dio cuenta de que este no sabía leer, ya que giraba la cabeza intentando descifrar los símbolos. De forma intrigante, Yaladar le preguntó - ¿Sabes quiénes son los Guerreros Arcanos? - este le respondió negando con la cabeza mostrándose confundido, por lo que le aseguró - Tranquilo chico, yo te lo enseñaré -.