miércoles, 7 de diciembre de 2016


CRÓNICAS DE EINARUS

CAPÍTULO I

 EL LINAJE


Einarus, Shaffer, 14 de Mayo del año 342 de la Sexta Era: - El aire impregnaba de un suave olor a carne de membrillo los edificios de Shaffer. La pequeña panadería familiar de la calle del dulce se encontraba abierta, era un hecho. Contaba como uno de los pocos negocios de los que disponían en el pueblo.
Aún hacía frío, estaba amaneciendo, y los pocos habitantes de la pequeña población, situada a la orilla del caudaloso río Thar y arropada por las faldas de las montañas grises, empezaban a despertar. Un grito desgarró el aire. Un hombre que se desperezaba en la puerta de su casa lo escuchó y acudió rápidamente para ver que estaba ocurriendo. Cuando llegó hasta la procedencia del grito descubrió a una mujer, acostada sobre un fardo de paja, con la falda manchada por un líquido que no supo identificar mezclado con algo que parecía sangre. - ¡Pero por el amor de Shandris!, ¡¿Que le ha ocurrido señora?!- a lo que ella contestó - ¡Ayúdeme, por favor, he empezado a sentir dolor y creo que mi bebe sufre!
El hombre, insatisfecho con la petición, con una mueca de repulsa y acuciado por la impresión, fue a buscar al granjero Orgru, era el único en el pueblo con ciertos conocimientos médicos ya que en más de una ocasión tenía que atender personalmente a los habitantes de la zona y a su ganado. Una vez llegó, Orgru le comentó al individuo – Parece que esta mujer está pariendo, no hay tiempo de informar al alcalde Stagg, tenemos que ayudarla nosotros. No se preocupe Cirt, lo he hecho mil veces con mis bueyes y... ¡espero que esto no sea muy diferente!
Entre ambos lograron apaciguar a la mujer, trasladarla a un lecho de la casa de Cirt y, tras mucho sudar, ayudarla a dar a luz a un niño, un niño que aparentemente se encontraba sano.
Como ambos comprobaron, y posteriormente documentaron en el rústico tratado “Asistir un parto humano”, era bastante más complicado que ayudar a parir a una res.
Una vez que observaron que la mujer y el niño se encontraban bien, suspiraron tranquilos y los dejaron descansar.
Cuando la mujer despertó, encontró a ambos mirándola, preguntándole - ¿Está usted bien? Nos ha dado un susto tremendo. Somos una población envejecida y no estamos acostumbrados a que nazcan bebes -. La mujer se incorporó un poco en el lecho observando cansada a ambos, preguntado - ¿Donde estoy? - Está usted en Shaffer, un pueblo del noroeste de la comarca del trigo, tocando las montañas grises, ¿Como ha llegado hasta aquí?, ¿De donde viene? -. La mujer estaba muy confundida, no recordaba nada de lo que había ocurrido desde....- y recordó-. Observando recelosamente a ambos masculló de forma repentina - Tengo que irme-. Tanto Cirt como Orgru se miraron intrigados, observando como la mujer intentaba incorporarse completamente del lecho. - No puede irse, aún se encuentra muy cansada ¡Acaba de tener un hijo! -. Eso pareció frenar a la mujer solo un momento, porque instantes después volvió a intentar levantarse. Entre los dos consiguieron sujetar a la mujer para que descansase, diciéndole Orgru - ¡No puede irse!, ¡Así no! En cuanto se recupere le juro que la dejaré marchar pero aún es pronto-. La mujer se relajó y aceptó quedarse solo hasta que se hubiese repuesto. Se acomodó en la cama y se quedó rápidamente dormida. Ambos la observaron durante un rato, se miraron y, gesticulando, decidieron marcharse para dejar que se repusiera. Después de todo, para ellos también había sido una mañana muy movida y necesitaban descansar.
Tras comer y beber algo en casa de Orgru, regresaron hasta la casa de Cirt para comprobar el estado de la mujer, preguntándose qué le habría ocurrido para acabar en esa situación, abandonada y sola. Cuando llegaron a la puerta contemplaron horrorizados un rastro de sangre que se dirigía desde la entrada de la casa al bosque, por lo que entraron a trompicones en la casa.
Dentro del hogar, descubrieron que la mujer había desaparecido, y en su lugar, sobre el lecho, había abandonado al niño. Ambos se miraron nerviosos. No sabían que hacer. Reunieron a los vecinos y montaron patrullas para buscar a la mujer. Jamás la encontraron.

La mujer huía lo más rápido que podía encontrándose en ese estado. Le dolía todo. De la herida del parto manaba mucha sangre, deslizándose a través de sus ropas. Su único pensamiento: Salvar a su hijo.

Para poder alimentar al bebe, mandaron un mensajero a Kendris en busca de ayuda, un pueblo más grande que Shaffer, situado a una jornada de viaje. Decidieron comenzar a darle leche de vaca, aunque el niño vomitaba cada vez que la tomaba. En el pueblo todos estaban preocupados. Rezaban por que el mensajero encontrase auxilio o, al menos, una solución.

La mujer seguía corriendo, cruzó el bosque en busca de un camino, intentando avanzar rápidamente a través de la tupida vegetación, su único objetivo era llegar muy lejos, al sur por ejemplo, distanciarse mucho de su hijo. En ese momento, se encontraba muy cansada y dolorida. El peso de su cuerpo pudo con ella y se desmayó en medio del bosque.

El mensajero regresó de Kendris con una mujer lactante, la cual se había ofrecido a alimentar al bebé nada más escuchar la historia.

La mujer despertó. No sabía cuanto tiempo llevaba inconsciente pero sabía que debía seguir avanzando hacia el sur. Se incorporó lentamente y corrió hasta cruzar el bosque para salir cerca de un camino, pero se detuvo de golpe.
Levantó la cabeza lentamente observando que, ante ella, se erguía un hombre que la observada desde el centro del camino. Era muy atractivo, de piel morena, rubio, con el pelo largo y liso, con los ojos de color verde intenso y vestido con ropajes de color marrón y púrpura. Ella lo reconoció al instante, palideciendo mientras lo miraba. El le preguntó - ¿Dónde está el niño?

En el pueblo, todos estaban muy contentos por la llegada de la mujer lactante y acudieron a ver como el bebe se alimentaba. Dejó de vomitar las comidas y comenzó a mejorar. Respiraron aliviados al ver como alzaba una mano para intentar agarrar la nariz de Orgru.

La mujer cruzó a la carrera el camino para intentar internarse nuevamente en el bosque y alejarse de él. De repente el hombre apareció nuevamente y por arte de magia ante ella. - Creo que te he hecho una pregunta, Zeliana, ¿Dónde está mi hijo? -. La mujer, agotada y asustada le respondió - ¡Lejos de ti y los tuyos, Guilder! Murió por mi mano en cuanto nació - El hombre la observó cómo se observa a un tipo que te ha escupido. - ¿Crees que me voy a tragar que has matado a tu propio hijo? Tú no eres capaz de hacer eso Zeliana, no es tu estilo. En cambio, yo soy mucho más resolutivo. Si no me dices donde está, lo encontraré y será mucho peor para él. Yo no quería que esto acabase así, pero sabes que no puedo dejar que viva… así. Te quiero Zeliana, sabes que es verdad, pero por nuestro bien el niño tiene que marcharse -.
En ese momento ella comenzó a sentir que las piernas le fallaban, su vida desaparecía. Había perdido mucha sangre y se sumió en el cansancio. Se desplomó en el suelo, ya casi no le quedaban fuerzas. Con las restantes que le ofrecía su cuerpo, acarició su vientre, miró fijamente a Guilder a los ojos, esos ojos de color verde intenso que tanto amó, sonrió y le dijo - Te quiero.

Guilder observó el cadáver de Zeliana. Sus ojos se encontraban abiertos, sin vida. Sonreía y mantenía las manos sobre el vientre. Se agachó, la miró durante unos minutos que parecieron horas, cerró sus ojos con dulzura y la besó. Se incorporó y dijo - Lo siento Zeliana, siento que esto haya ocurrido así, yo te amaba, pero sabes que el niño no puede pertenecer a este mundo. Sea como sea, ese niño debe volver conmigo al monte Draconar o seré yo el próximo cadáver. Se que mi hijo está vivo porque siento el calor de su sangre. Lo buscaré y lo llevaré adonde debe estar. Adiós amor mío, fuiste un rayo de luz en mi vida, para ser mortal -.
Guilder volvió la espalda al cadáver de Zeliana, que tras el beso se consumía lentamente hasta acabar convertido en ceniza, esparcida gracias viento por el silencioso bosque. Comprobando la ruta que ella había utilizado para llegar hasta el camino, el hombre de ojos verdes comenzó a seguir el rastro de sangre que le llevaría hasta su hijo.

Mientras se internaba en el bosque, Guilder recibió telepáticamente una orden que no dejaba lugar a dudas: - Vuelve, ahora -. Ese tipo de orden solo la daba un ser y sabía que no podía negarse. - ¿Se ha enterado? ¿Como puede ser? -, rezó para si mismo a la vez que gritaba: -¡Por el amor de Drog!-. Sabía que no podría encontrar al pequeño antes de acudir a la llamada. Se marchó con la esperanza de poder concluir posteriormente la tarea que había comenzado ese día, aunque sabía que el rastro se perdería y la búsqueda sería mucho más larga y ardua. - No importa, es una de las ventajas de la inmortalidad- pensó antes de desaparecer súbitamente del bosque.

El niño vivió, aunque nadie le puso nombre. Pasaron los años y el granjero Orgru se ocupó del niño. Nunca más se supo nada de su madre y un día cualquiera, Graciela, la prima de Orgru, se presentó de forma inesperada. Comentó que se sentía muy sola en su granja ahora que su marido Raldon se había marchado a cazar una especie nueva de lagartos a Haelen. Orgru le ofreció llevarse al chico para ayudar en la siembra, a lo que esta respondió- ¡Pero por favor Orgru!, ¡Como voy a hacer trabajar a un chico tan pequeño!- A la semana siguiente, la caravana de Graciela partió con premura al alba contándose entre sus miembros un chico de unos 8 años.

De camino a la granja, el chico agachó la cabeza y calló. Se sentía avergonzado al encontrarse entre tantos desconocidos. - ¿Tienes nombre, chico? Levantó la vista, viendo que quien le había hablado era un guardia de la caravana. Lo había visto antes en casa de Orgru y le había dado miedo. Era un hombre alto, de unos 50 años, corpulento y de piel blanca. Su expresión, pensó en ese momento el chico, era de un hombre duro y fuerte. En su rostro, que mostraba algunas arrugas, tenía una cicatriz que le cruzaba desde la ceja hasta el pómulo. Un arreglado bigote acompañado de una poblada perilla adornaba su rostro, dándole un aspecto aún más peligroso. Vestía ropa ceñida y asegurada con un cinturón de cuero de color negro en el que portaba una espada. Una capa gris oscuro cubría su espalda, aunque no tapada su cabeza, totalmente afeitada, ni su rostro con ella. No había nadie en Shaffer ni tan siquiera parecido. - Me llamo chico, buen señor, ya que en mi pueblo no había nadie de mi edad, nunca me llamaron de otra forma. El hombre observó al chico e intuyó que en el pequeño había más fuerza de la que ni siquiera él sabía. - Todo el mundo tiene que tener un nombre, chico. Yo me llamo Yaladar, fui un gran guerrero ¿Sabes? Luché en muchas batallas. Lástima que el gran duque, en su infinita sabiduría, no apreciase más mis artes bélicas y me licenciase hace 10 años. Pero ya tendremos tiempo de hablar de esto.

 - Cómo te decía, tienes que tener un nombre. Haremos una cosa, ya que has mirado mi espada al menos cuatro veces desde que estamos hablando - el chico se sonrojó - Yo te enseño a utilizarla y tú aceptarás ser mi protegido, te daré un nombre y te formaré lo mejor que pueda, siempre que la señora Graciela acepte este trato - le dijo mientras le guiñaba fugazmente un ojo. Graciela le escuchó hablar y dijo - No envenenes al chico Yaladar, no puede dejar de lado sus obligaciones, ¡ay! Si mi pobre Raldon estuviese aquí podría enseñar al chico a cultivar y a cazar y no toda esa sarta de tonterías de la guerra. ¡No entretengas al chico con absurdeces! ¡Ellos ya no existen! ¡Estamos solos! ¿Me has oído?- Alto y claro señora, el chico realizará todas sus tareas, solo en su tiempo libre podré disponer de el - dijo el guerrero mientras le guiñaba el ojo nuevamente al muchacho. Este ahogó una risa y respondió - De acuerdo señora, se hará como usted desee, me gustaría mucho entrenar con Yaladar aunque sea una hora al día - ¡¿Cómo que señora?!¡Desde este momento soy tu madre y debo ser tratada como tal! - Así se hará, madre - ¡Así me gusta! - Graciela volvió a observar apesadumbrada el camino, eso sí, más calmada, y el chico continuó hablando con el guerrero, diciéndole - Mi señor Yaladar, acepto de buen gusto su proposición, pero me pregunto cuál es el nombre que había pensado para mí.

Lentamente, el guerrero sacó una espada que portaba a lomos de su corcel. El chico observó que la hoja, plateada y muy brillante, mostraba un intrincado labrado, sobretodo en su base, eran grabados de dragones escupiendo fuego que portaban sendas coronas enjoyadas. La empuñadura era de cuero trenzado y el pomo, redondo y pulido, parecía una gema de color azul oscuro y se movía como si portase un remolino en su interior. En la guarda, también labrada, se podía leer una palabra “DARPAZ”. El muchacho estaba asombrado ante la belleza del arma. El veterano guerrero miró al chico y se dio cuenta de que este no sabía leer, ya que giraba la cabeza intentando descifrar los símbolos. De forma intrigante, Yaladar le preguntó - ¿Sabes quiénes son los Guerreros Arcanos? - este le respondió negando con la cabeza mostrándose confundido, por lo que le aseguró - Tranquilo chico, yo te lo enseñaré -.

martes, 22 de noviembre de 2016


CRÓNICAS DE EINARUS.

PRÓLOGO

ALFA

Einarus, Brassell, 27 de Octubre del año 404 de la Sexta Era: - Hay una vela encendida sobre la mesa. La mano izquierda empuña firmemente una pluma entintada, apoyada sobre el papel, rubricando estas líneas. El brazo derecho, cercenado a la altura del codo, no tuvo la suerte necesaria como para llegar a este momento, el ocaso de mi vida. Este conocimiento probablemente se perdería si no hubiera tenido la ocasión de aprender a utilizar las dos manos por igual. En este momento, lo que aún me queda, asiste en silencio. Aunque, pensándolo bien, el que ha disfrutado de la paz restante ha sido el producto de mi cuerpo y de mi mente.
Pero empezaré por el principio si mi memoria me lo permite. Mi nombre es Darpaz. Nací en Shaffre, un pueblo perdido de la mano de dios, un dios que me abandonó, como mi padre y mi madre. Cuando tenía ocho años, fui entregado a Graciela, una mujer que me usó, cuando tuve edad suficiente, para trabajar la tierra y alimentar su ganado. Nunca se aseaba y solo sabía hablar de desgracias y tristeza, aunque nunca se expresaba abiertamente, solamente me gritaba y divagaba lacónicamente cuando volvía del mercado. - Estamos solo, moriremos solos, ellos ya no existen, estamos perdiendo nuestro hogar, todo está perdido -. Lo repetía continuamente pero no sabía a qué se refería. En su favor debo decir que, gracias a su adopción, conocí a un hombre que me dio un nombre, una formación y una ocupación.

Fue también por aquel entonces cuando oí hablar de los Guerreros Arcanos, un clan de guerreros antiguos que al parecer se consideraban extintos. La gente decía que estos guerreros dominaban el arte del combate cuerpo a cuerpo, así como el poder de la magia arcana, que utilizaban como apoyo durante la guerra, todos las noches soñaba con ellos.
Una vez le pregunte - ¿Madre, que es eso tan importante que te entristece?, a lo que contestó - De lo único que tienes que preocuparte es de que los cerdos no pasen frío, porque si mueren, tú serás el siguiente - tras lo que se ponía a llorar hasta que le prometía no preguntar más. Era muy inestable.
Su marido, Raldon, al que llamaba padre, nunca pude poner rostro y  jamás llegué a conocer, se dedicaba a la caza de animales exóticos. Graciela siempre nos contaba que nunca había regresado de una expedición de caza al feudo de los Haelen, muy lejos al sureste. Ella se pasaba el día añorándolo y divagando sobre su regreso a partes iguales. Es lo más parecido a una madre que he conocido. De hecho, llegue a sentir lástima por ella cuando, un buen día, regresando a casa en una carreta de vender la cosecha en el mercado de Trevinton, la emboscaron unos salteadores de caminos, resultando herida de gravedad. Dos puñaladas en el costado. Murió al día siguiente negándose a gastar ni una moneda en un médico y llamando a Raldon con angustia.
Heredé su granja y todo lo que poseía, que no era mucho, pero tenía independencia, dieciséis años y toda la vida por delante.
Lo cierto es que en aquel entonces no sabía nada de lo que ocurría a cinco jornadas más allá de la granja, pero cuando lo supe, comprendí los temores de Graciela. Las enseñanzas de mi tutor me fueron sumamente útiles.
Esto... ¿Por dónde iba?, Dioses, aquello ocurrió hace mucho tiempo y necesito aclarar las ideas, ya no soy tan joven y mi memoria falla cuando menos lo necesito. No quiero mezclar ni adelantar datos, puesto que aquel que esté leyendo estas líneas no sería capaz de comprender la magnitud de los hechos acontecidos.
Pero haber, si, creo que iba... Mmm, ahora recuerdo, lo que iba diciendo es que con este texto pretendo comenzar a relatar la historia de Einarus acontecida en los últimos ochenta años. La invasión, la desesperación, el repliegue, las batallas, los dioses, las pérdidas y los héroes.
Todo ocurrió en muy poco tiempo, nadie esperaba estar tan desprotegido. Aunque tampoco esperaban lo que iba a ocurrir. Estábamos muy mal informados y aún peor preparados.
La situación empeoraba día a día. En la granja la gente estaba nerviosa. Hablaban de grandes pérdidas en desesperadas batallas al este, nadie sabía especificar contra quien ni porque. Oíamos hablar de seres extraños, con aspecto de lagarto, que atacaban ciudades y masacraban a la población. Nadie sabía de dónde venían ni que buscaban.
En ese momento, todo el mundo echaba de menos a los guerreros arcanos, aunque nadie hubiese visto a ninguno. Yo solo sabía de ellos lo que me habían contado y me propuse aprender más en cuanto tuviese ocasión.
En definitiva, la situación era mala, pero como relataré durante la historia, mucho se consiguió, se perdió y se aprendió durante esa etapa.
Para resumir mi experiencia de aquella época, puedo decir que perdí el mundo que había conocido hasta el momento, el cual no era del todo bueno. Aprendí el valor de la vida, el combate y una existencia cómoda. Y lo que es más importante, conseguí el mejor amigo que pude tener y el recuerdo de las proezas que llevó a cabo.
Aunque no quiero seguir hablando de mi, no me queda mucho tiempo sobre Einarus. Lo único que me queda por hacer, si deseo descansar en paz, es relatar la historia y honrar la memoria de un guerrero, un fiel compañero, que nunca imaginó cual sería su final.